jueves, 21 de febrero de 2013

Metas de la vida

A veces, nuestro comportamiento en muchas situaciones que la vida plantea, es semejante a la siguiente situación que propongo, como metáfora, y que un día prometí a una persona que iba a escribir:

Salimos a correr, a la aventura, ya sea por asfalto, campo o playa. Nada nos importa, no llevamos nada encima que podamos perder o que se pueda estropear, simplemente corremos y corremos hasta donde podamos llegar. Por tu cabeza pueden pasar muchas cosas: ¿estaré corriendo bien? ¿iré demasiado rápido? ¿me cansaré demasiado pronto? ¿hasta dónde llegaré?  

Pensamos muchas cosas, pero seguimos corriendo sin ponernos una meta concreta. Llega un momento en el que cada uno reacciona de una manera diferente: unos ven que están cansados y dejan de correr para darse la vuelta y volver a casa; otros siguen corriendo a la aventura hasta que le ocurra lo mismo que a los anteriores; y por último están los que se proponen un final, una meta. "Llegaré hasta la cima de aquella colina" (por ejemplo). 

En el último caso, a la meta hay que llegar de la mejor manera posible, si corres demasiado rápido estarás cansado cuando llegues, si vas demasiado despacio llegarás aburrido. Existen puntos intermedios para llegar bien. 

Pero puede que esas metas, esas colinas que queremos coronar, estén valladas y te das cuenta de que no puedes llegar a donde te habías propuesto. Y como anteriormente, hay distintas reacciones: intentar saltar la valla, gritar para que te abran, pasear junto a la valla para encontrar un hueco por el que entrar o simplemente, darse la vuelta y volver a casa sin poder haber llegado a la meta que te habías propuesto. 

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