Día 5 de mayo. Hora: las 22:00.
XXIII Muestra de teatro aficionado de El Ejido. El estreno esperado
desde hace tanto tiempo. Nervios en el ambiente. Ligero olor a tarima.
Temblores al cruzar el escenario. Miradas dirigidas a la gran grada. Los
actores están inquietos. Papeles en mano y la mente en los papeles.
Faltan apenas 13 horas para el estreno. Todo parece ir bien. Aunque no
todo lo que parece es verdad.
‘Ofelia en el mundo de las
fantasías’. Así se llama la obra. Una adaptación de Alicia en el país de
las maravillas. Todas las transformaciones son necesarias para evitar
pagar derechos de autor. Ofelia en vez de Alicia. Comadreja en vez de
conejo. Señora de las pamelas en lugar de sombrerero. El café sustituye
al té. Incluso el color del vestido de la protagonista. De azul se
cambia a amarillo. Un color que hace recordar viejos fantasmas del
teatro. Viejos fantasmas que ignoran los artistas del grupo ejidense.
<<La
niña que surfeaba sobre una loncha de Jamón de York>>. Un nombre
curioso para un grupo curioso. Todo el mundo tiene cabida en este grupo.
Hagas lo que hagas. Sea cual sea tu especialidad. Se aprovecha al
máximo el talento de cada componente. Hay de todo: cantantes,
bailarinas, músicos, hasta un monologuista.
Los componentes del
grupo son citados a las 9:00 para ensayar. Broncas del director para los
que llegan tarde. Son las 10:00 y todavía falta una persona. Una
personilla. La protagonista de la obra. Una niña talentosa de 12 años.
Madura y comprometida para su edad.
El director recibe una
llamada de la madre de la protagonista. No sabe si podrá actuar. Se han
pasado toda la noche en el hospital. Gastroenteritis. El director
anuncia el posible aplazamiento de la obra.
“¡Lo sabía! No
tendría que haber sido amarillo”. Decían algunas de las actrices
refiriéndose al vestido. Ojos lagrimosos. Caras de preocupación.
Impotencia. Casualidad, destino, mala suerte. No se sabe. Pero algunos
hablaban de “condenación”. Todos se acuerdan de Molière. Todavía se
sigue pensando. El amarillo no es un color que esté hecho para el
teatro.
Deciden seguir ensayando a la espera de nuevas noticias.
Mucho esfuerzo se ha puesto en esta obra. Mucho esfuerzo que no quieren
que sea en vano.
14:00. Parón para comer. Dos horas. Todo el
mundo espera descansar. Les hace falta relajarse. Dejar de pensar en las
preocupaciones. Concentrarse en el teatro. Aunque no se sepa si se va a
actuar o no.
Decenas de llamadas. El director llama a la
protagonista a cada instante. Busca escuchar vitalidad en su voz.
Cualquier síntoma de mejoría. Agarrarse a algo para poder seguir con la
preparación.
De vuelta al Teatro Auditorio de El Ejido. La
protagonista se encuentra mejor. Pero todavía es duda. Todos están
contentos. Se sienten mejor. Con más ganas de seguir adelante.
Las
luces están preparadas. Los técnicos comienzan a probarlas. Todos los
bailes se ensayan en el escenario. Se prueban los micrófonos de las
chicas que tocan instrumentos y de las que cantan.
Todo parecía
estar más tranquilo. Tranquilidad que hacía falta. Un panel de LEDs
colocados pisando el telón hace que la tranquilidad se esfume
rápidamente. Se cerró el telón. El panel calló pudiendo haber herido o
matado a alguien. Afortunadamente no pasó nada. Ni se rompió. Volvió
Molière.
Y al igual que volvió se esfumó. Llegó tras una serie de
sucesos desafortunados. Se fue a las 19:00 con una llamada de la
protagonista diciendo “estoy mejor, podré actuar”. Aplausos, abrazos,
saltos. Alegría en general. Hasta las luces parecían deslumbrar más.
Dos
horas caracterizándose. Nervios pero tranquilidad al mismo tiempo.
Actrices cogidas de la mano de otras personas para no temblar. Líneas
que no salen rectas. El temblor de la mandíbula lo impide. Todo va
tomando forma.
A las 22:00 todo el mundo estaba listo para la
acción. Bellos de punta. Emoción. Euforia. Es lo que se siente cuando se
hace ‘el grito de guerra’. Al grito de “mucha mierda” y al calor de los
abrazos comenzó la actuación.
Aforo a la mitad. Este año no se
había hecho mucha publicidad. La mayoría padres y madres de los
artistas. Silencios interrumpidos. Los amigos en el público.
Desafortunadamente provechaban para decir piropos.
Toda la
actuación transcurría con normalidad. Se notaba que la protagonista
estaba enferma. No actuó como hubiera querido todo el mundo. Demasiado es que pudo estar en pie. Apoyo desde
las cortinas. Apuntadores por todos lados. Todos se volcaban con la
causa. Ayudaban a Ofelia a decir su diálogo.
La interpretación
textual, comprensiblemente dejó que desear. La obra brilló por otras
interpretaciones. Canciones con música en directo. Tanto en inglés como
es castellano. Coreografías sincronizadas. Incluso un monólogo
humorístico a mitad de la obra. Todo apto para todos los públicos.
La
obra terminó con una coreografía. Todos vestidos de niños y niñas
pequeños. Jugaban a pasárselo bien. Sin darse cuenta es lo que habían
hecho hasta ahora. A pesar
de los viejos fantasmas. Sólo sobrevivió un fantasma. A pesar de todo, el espectáculo debe continuar.